1.“No creo en Dios, pero sí en lo sagrado”, dijo Francisco Rebolledo este viernes en la Sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda, a donde acudimos alrededor de 200 personas a aplaudir los 25 años de “Rasero o El sueño de la razón” (Ediciones Era, México, 2012), una novela cuya fortuna crítica da para abordar un montón de temas de la historia del arte, entre ellos, los PROCESOS CREATIVOS.
Refiriéndose al volumen, Juan Villoro (video) habló sobre las facultades del raciocinio y su contraparte, la sinrazón, -tema estético de la novela-, a partir del famoso grabado de Goya (“El sueño de la razón produce monstruos”, Caprichos, 43); Javier Sicilia evocó la mirada apocalíptica de Jean Robert para dar contexto a la emoción que subyace en el trabajo y el propio autor comentó, como ha hecho en otras ocasiones, que él empezó la vida profesional como maestro de química, siendo a la par un apasionado de la lectura. De este modo, se apuntan tres aspectos que soportan el proceso creativo de la novela: razón, emoción, formación.
2.Por cuanto respecta a lo anímico, Rebolledo confesó que escribió achicopalado, terriblemente triste, habitado por la idea de que se iba a morir pronto, cercano a la edad en la que murió su padre, hasta que: “decidí echarle todas mis cuitas a Voltaire” -uno de los personajes del libro-, para de este modo sanar mediante la escritura.
También narró que la novela nace de un cuento suyo, para cuyo protagonista, llamado Fausto H. Rasero, tuvo una imagen clara desde el principio: pelón, parecido a Picasso, malagueño, tiene visiones y se enamora, porque de otro modo no puede ser verosímil. Esta claridad la explicó diciendo que cree que hay algo del orden de lo sagrado durante la escritura, trayendo a colación eso que los griegos llamaban Eureka y los cristianos Epifanía.
Aunque los caprichos no faltan, pues según confesó, durante la elaboración de la novela se le ocurrió que quería que apareciera CUERNAVACA (aquí reside él). Pero como el tema histórico principal está dado en el marco de la Ilustración francesa, tuvo que meter el tema un poco a fuerza, sin poder sortear la inexactitud de los 3 o 4 años que reporta entre lo ocurrido en Europa y lo sucedido en la Nueva España morelense, con un Don José de la Borda retratado como malvado personaje. Otra inexactitud.
3.No se puede narrar toda una época y dar certeros brincos entre hechos culturales, sin años de lecturas nacidas de la gula intelectual y su respectivo gozo. Borges decía que la escritura es producto de la lectura y Nietzsche puso el dedo en la llaga mediante un diálogo imaginario entre dos personajes, A y B, del libro segundo de “La Gaya Ciencia”, Aforismo 93:
B: Pero, ¿por qué escribes, entonces?.. A: Ah, amigo mío, entre nosotros, no he encontrado hasta ahora otro medio de deshacerme de mis pensamientos” B: ¿Y por qué quieres deshacerte de ellos? A: ¿que por qué lo quiero? ¿Es que lo quiero? Tengo que hacerlo.
Entra entonces un cuarto elemento en el ejercicio de la profesión de escritor, la NECESIDAD. Y es que más allá de la CATARSIS, la INTUICIÓN, la VOLUNTAD Y la TALACHA, hay una necesidad, un IMPULSO que normalmente se explica como sinónimo de VOCACIÓN, cosa que es imposible de dilucidar completamente hasta nuestros días. La Dra. Teresa del Conde lo explicaba como el retorno de lo reprimido. Pero vaya usted a saber de qué se trata esto.
5.Me fui feliz del evento, querido lector, pensando en estas cosas de la estética que me encantan, pero al final me di cuenta de que lo que más me gustó de la tarde, fue que Francisco Rebolledo reconociera a su mujer, la ceramista Marcela Kraft, como la persona por la que existe la novela, pues ella, con su trabajo fue quien sostuvo la casa mientras él se aventó el viaje de la confección de la homenajeada novela.
Y es que se olvida que el creador necesita estar tranquilo para poder concentrase en su cometido, pero poco se habla del tema. Los patrocinios tradicionales (estado, iglesia; hoy fundaciones o asociaciones civiles) sólo los mencionan los sociólogos o economistas del arte, pero la familia y en particular los padres y las parejas, escasamente se mencionan como parte fundamental de la existencia de las obras artísticas. ¿Qué haríamos sin ellos? FIN.
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Por: María Helena González
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