1.
Como usted sabe, querido
lector y lectora, el 18 de mayo se celebra el Día Internacional de los Museos
y por lo mismo el tema adquiere relevancia no sólo para el público en
general, el que entra a los recintos para aprender algo, experimentar un "enfrentamiento
estético", o simplemente entretenerse, sino para los especialistas en el
asunto, aquellos que se preguntan cómo crear y mantener interesados a los
públicos, como obtener fondos para la administración de esos recintos
culturales, cómo hacerle para aumentar el acervo, cómo preservarlo en buen
estado y cómo llevar a cabo la llamada "mediación" para que éste
sea apreciado, ya que aunque no se quiera aceptar, la mera verdad es que las
obras expuestas en los museos no son cosa fácil de valorar en sus varias
dimensiones, sin cierta información o cultura previa.
Por eso es que se organizan
encuentros de especialistas frecuentemente, y como el fin de semana pasado me
tocó estar en el Simposio del ICOM (International Council of Museums) y el
Coloquio Internacional Museos del Siglo XXI: Retos y Perspectivas en Zacatecas,
gracias a mis amigas Rosa María Sánchez Lara y Rosita Franco, quienes laboran
en el hermosísimo Museo de Guadalupe, quiero compartirles algunas reflexiones
que me dejaron con inquietudes respecto al tema que me apasiona, en especial en
función de cómo transmitir el valor del arte en las escuelas, para ver si
logro con el tiempo implementar una pedagogía del patrimonio en La Colón.
2.
Resulta que hablando de la
vocación de los museos del Siglo XXI, se preguntaron algunos ponentes si de
veras se genera consciencia ética en los recintos dedicados a la memoria y
tolerancia, si a partir de las imágenes que hablan de los genocidios y las
injusticias se lograrán cambios en el comportamiento de la gente, o si sólo
se revictimiza y se perpetúan los traumas. Si deben ser los museos
recolectores de heridas.
Yo personalmente pienso que
dependiendo del caso funcionan o no. Piense usted en aquél montaje dedicado a
los aparatos empleados para torturar a la gente durante la Inquisición, en La
casona Spencer, aquí en Cuernavaca, un asunto que en esta columna critiqué
mucho, porque los objetos se presentaban como admirables y originales piezas,
sin que se visibilizara el dolor que ocasionaron esos falsos dispositivos, que
lo único que despertaban era el morbo del espectador.
Otro de los asuntos que se
plantearon fue que muchas veces la erudición de los expertos termina generando
un diálogo para especialistas, cuando lo que debe
buscarse es hacer accesibles
los productos culturales al público mayoritario y por ahí alguien citó a
Foucault, quien decía que los museos son espacios para la heterotopía -
perdón por la palabra dominguera, pero así dijeron-, es decir, espacios para
la reflexión sobre el otro.
Eso se vinculó con el tema
de la diversidad cultural, hoy tan de moda y llevó a varios a mencionar a las
minorías como enfoque del trabajo de quienes laboran en museos, pues hay
experiencias notables como la del Museo de Historia del Castillo de
Chapultepec, que ha llevado el museo a las cárceles, o la que incluyó la
cultura "Queer" como asunto museable.
3.
Otro de los asuntos
interesantes es que la tecnología aplicada a difundir acervos está comenzando
a generar desánimo entre los expertos, pues por ejemplo ya se dieron cuenta en
España, de que el proyecto red digital que buscaba un aprovechamiento por
parte de la población de 200 mil obras y 50 mil documentos subidos a redes, ha
sido consultado mayormente por especialistas.
Esto lleva a pensar en lo
que el antropólogo Juan Antonio Mac Gregor dijo a los asistentes, sobre la
importancia de generar "amor al arte" en la casa, durante la
infancia. Con él coincidieron el también antropólogo Juan Antonio Siller,
uno de los morelenses más destacados por cuanto a conocimiento del patrimonio
se refiere y el ingeniero Roberto Malvido, el del Museo Paleontológico de
Cuernavaca (funciona por medio de citas), pues ambos nos hablaron desde sus
experiencias memorables vividas con la familia a zonas arqueológicas.
4.
Finalmente les comparto que
se recordó la experiencia de Medellín, Colombia, en donde se entendió que
CULTURA es igual a CONVIVENCIA y muchos del público coincidimos en que si bien
el caso Medellín no es la gran panacea que se ha querido ver (porque no se
recuperó tan exitosamente el "tejido social"), sí los museos del
futuro tendrán mucho que pensarse en función del diálogo con la gente y con
la inclusión, más que con la creación de elefantes blancos que luego se
convierten en proyectos insostenibles porque no hay presupuesto que alcance
para mantenerlos y más si la gente de la comunidad no está involucrada en el
proyecto desde el inicio. ¿Usted qué opina? FIN.
Por: María Helena Noval