lunes, 14 de marzo de 2016

Algoritmos, individuos y arte

1.
Hace poco escuché que actualmente los algoritmos son algo más que un concepto lógico-matemático; oí que las preferencias sobre la diversidad de entretenimientos que existen para nosotros, los seres humanos, tienden a estar determinadas por estadísticas cibernéticas, por robots.  Es decir, hay quienes se están dejando influir por opiniones procedentes de la inteligencia artificial. 
En términos simplistas, esto significa que la red (www) está influyendo en  los patrones de conducta de la gente a partir de bases de datos, de modo opuesto a la antigua recomendación de boca en boca. Y Tal conciencia me lleva a recordar en primera instancia que el “de boca en boca” tiene que ver con “ser cuerpo” y esto a su vez con el gusto, resultado de la percepción de los sentidos, por lo que quedaríamos amputados si éste se rigiera de hoy en adelante sólo por los bits de un ordenador.

2.
Vivimos en la llamada sociedad de masas, misma que ha estado regida durante los últimos 100 años por una cultura que permite que los medios de comunicación dicten las tendencias de lo que consumimos; somos una sociedad en la que se generan opiniones masivas procedentes de unas cuantas voces idolatradas. Pero si estas voces comparten hoy el liderazgo con los números y la electrónica, acabaremos fritos, terminaremos más alejados de la humanidad, que es la cualidad que nos hace personas bio-psico-sociales y trascendentes. Nos convertiremos en sucedáneos de la publicidad y para colmo en sumisos seguidores de los ordenadores.
Por si fuera poco y para problematizar aún más el asunto del individuo que se vuelve objeto, según los franceses Guy Debord y Jean Beaudrillard, a quienes les preocupa la preponderancia de la imagen, estas relaciones de interacción entre los individuos se dan en la llamada sociedad del espectáculo. Según Debord, nos relacionamos entre mercancías que se ven en el espejo. Entre imágenes. No como sujetos.


3.
De acuerdo con tal orden de ideas, diríamos que consumir tendenciosamente va más allá de ser una simple costumbre de moda, porque nos aleja de la subjetividad propia del pensamiento crítico. ¿Qué preferimos? ¿Qué deseamos? son preguntas que no respondemos nosotros, sino una instancia que está allá afuera.
En tiempos pasados “ser únicos” olía a rebeldía; el Romanticismo idealizó al sujeto que se oponía al gusto mayoritario y daba relevancia a su imaginación y sentimientos. Así, llegamos a un siglo XX en el que la facultad del gusto se basaba en captar lo que en cada momento era “moderno”, entendido esto como novedoso. Esta tendencia por lo menos incluía un juicio de discernimiento entre pasado y presente, entre lo acomodaticio y lo diferente, ahora lo malo es que ni siquiera sabemos qué es lo moderno, o donde está la ruptura para adoptarla, porque esto ya pasó de moda y peor aún, ni siquiera podemos elegir nuestros pasatiempos en términos de gusto porque carecemos de él.

4.
No obstante y paradójicamente, en esta sociedad en la que lo masivo es lo que opera, sigue existiendo una cultura de la resistencia a tales tendencias. Tal sistema de ideas, aunque sea minoritario, favorece la creación de una serie de objetos cuya naturaleza es la de ser únicos, éstos forman parte del llamado ARTE.
Los objetos artísticos se oponen a la masificación del entretenimiento o del diseño por medio de un trabajo manual cuya esencia es reinventarse y captarse por medio del gusto estético. Se trata en ellos de la vuelta a los sentidos.
Y si bien en el mundo del arte existen también la moda y la proliferación de  imágenes apropiadas, nos es dado decir que el artístico es el ámbito en el que hay más seres que se  oponen al aborregamiento.

5.
La Educación Artística es para desarrollar en los individuos la capacidad de expresar, percibir y comprender los ideales y sentimientos de los individuos.
El crítico de arte Juan Acha consideraba inaplazable emprender una labor educativa cuya misión fuera ayudar al alumno a desarrollar su sensorialidad, mente y fantasía. De este modo, al fomentar en los aprendices el pensamiento crítico, éstos adquirirían la costumbre de razonar lo temático, lo creativo, el estilo, lo emotivo y lo técnico. Se trata de que el gusto, que es innato deje de estar herido y sane por medio de la educación. 
¿No es esto lo que debemos tomar en cuenta frente al mundo antes de dejarnos influir por lo que dicen los medios? ¿Podrán los robots alguna vez educar el gusto del individuo? 

Articulo publicado en la revista El Búho

María Helena Noval