María Helena Noval
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Los gobernantes no le ven el beneficio a la educación del ciudadano –y suya-- porque sus ganancias no se traducen en dinero rápido y líquido, porque sus frutos pertenecen al ámbito del espíritu, y el espíritu es menos importante que la materia. Ellos hacen negocios y punto. No obstante, como tienen que dar discursos y el material de los discursos son las palabras, las frases, las expresiones, en pocas palabras el lenguaje, tienen que verse obligados a la clase de retórica, aunque sea “express”, para oírse y VERSE bien. Y ahí es donde está el problema, en la imagen acartonada que terminan exhibiendo, porque se saben un solo papel, porque no saben improvisar, porque caen en lugares comunes y citas gastadas.
El político como parte de la hiperrealidad ficcional
Ver el entierro político de MMG en el programa televisivo de Denisse Maerker ha sido tan sorprendente como doloroso para los morelenses: ¿por qué dejamos una ciudad como esta, con tantas posibilidades de brillo en manos de quien se aprende con dificultad un solo discurso? El diccionario de quien aceptó la entrevista para sacarse la espinita y aprovechar el foro fue vergonzosamente simple: “transparencia… democracia… alternancia...ahí están las obras”, como de campaña para lograr el voto. Su lenguaje corporal previsible: mano izquierda, mano derecha, las dos manos hacia adelante, como moviendo el ambiente que lo incendiaba, como bateando las palabras-bala de la periodista. Su vestimenta codificada. Todo pre-diseñado al estilo pri-dinosaurio. Nunca contestó lo que ella, dueña de un pensamiento claro le preguntaba, él llevaba un discurso preparado, un número ya puesto y de ahí no se salió nunca. Se equivocó de acto. Salió en otra obra. Confundió un momento de elevada trascendencia en su carrera política, un momento que lo pudo haber ayudado si fuera de a deveras, con un acto de proselitismo. Las cejas se le fueron agachando, le costó mucho sostener la sonrisa hasta el final.
Cuentan que a Hitler le daba clases de oratoria un maestro de ópera; que impedido por naturaleza para moverse con libertad y frescura a la hora de hablar ante el público, decidió proveerse de movimientos teatrales preestablecidos. Con el mismo estilo actuaron los integrantes del Tercer Reich, las tablas gimnásticas, la coreografía y lo esquemático fueron su inspiración. Ahí se apuntaló fuertemente la cultura de la simulación política. Sólo que han pasado más de 50 años y eso que hoy se mira a la luz de la seducción de las imágenes hiperreales, viene a ser ridículo. Hoy los espectáculos piden del actor un mejor desempeño.
Como Moreira, convertido desde hace unos días en objeto de museo –se muestran hasta sus tarjetas personales como si fueran documentos históricos en el Museo del Palacio, en Satillo, Coahuila--, MMG, muestra que la ambición de parecer lo que no se es, viene a convertirse a la larga, en un lastre, en una tumba.
Decía el sociólogo francés Jean Baudrillard que vivimos en un mundo de simulacros, que nos dejamos seducir por signos sin referentes, por signos vacíos, sin sentido, absurdos, por una hiperrealidad ficcional. No obstante, hace hincapié en el hecho de que la realidad supera a la ficción y nos pide dejar de ser espectadores pasivos, consumidores de apariencias.
Para eso precisamente sirve la literatura: nos lleva a fijarnos en contenidos, en ideas, no sólo en manos que se mueven y distraen, no sólo en los efectos del photoshop, sino en el pensamiento manifiesto o la carencia del mismo. Por eso hay que leer. Ω